domingo, 11 de noviembre de 2012

2012-11-09 – La Riviera – WASP – Mucho ruido y muchas nueces








Hay conciertos que te cogen de la mano y te guían por el recuerdo; conciertos que sin querer te trasladan a una adolescencia marcada por las visitas domingueras a El Rastro madrileño para conseguir, por una libra (sesenta céntimos de euro de los de ahora),  las últimas novedades discográficas grabadas en cutres y defectuosas cintas marca Crescendo. Así llegó a mi vida la música de Los Suaves, Banzai, Quiet Riot, Yesterday and Today, Iron Maiden, Scorpions, Guns n´Roses, grupos que luego he podido disfrutar en directo y de los que con el tiempo he ido adquiriendo sus cedés, todos  originales, algunos firmados por los propios artistas. Así llegó a mi vida la música de W.A.S.P., una banda liderada por el misterioso Blackie Lawless y cuyo primer disco, el homónimo “W.A.S.P.”, me gustó tanto que su escucha me convirtió en fan de la banda. Hasta el punto de que siempre que Blackie ha aterrizado en nuestro país, un servidor ha ido a ver su show en directo.


La sala La Riviera, que para la ocasión registró una buenísima entrada, abría sus puertas al público a las siete y media de la tarde, para que a las nueve y cuarto de la noche sonara por los altavoces un remix de temas que resumían la trayectoria musical de W.A.S.P.; una selección que sirvió de perfecta carta de presentación para que Lawless y compañía hicieran acto de presencia en el escenario ante un público que les esperaba impaciente. Abrieron la caja de sus esencias musicales con el tema “On your knees“, al que le dieron merecida continuidad “The torture never stops”, y “The real me”, rescatado del disco “The Headless Children”, y merecido homenaje a los británicos The Who.
Madrid. Are you ready?”, gritó Blackie desde el escenario para avisarnos que descargarían el tema L.O.V.E. machine”, que destapó la adrenalina de los presentes y cuya locura desembocó en delirio cuando sonaron los acordes de “Wild child”. Ataviado con las inseparables cuchillas en ambos antebrazos y una camiseta que conmemoraba los treinta años de carretera, Blackie (cuya presencia impresiona), de riguroso negro a excepción de las botas blancas, sudaba a borbotones, prueba fehaciente de que la banda estaba desplegando todo su potencial en directo, con continuas y estudiadas carreras por el escenario que animaban a un público siempre entregado. Luego sonarían la sentimental Sleeping (in the fire)”, cantada por el público y que enlazaron con el tema “Forever free”. Un memorable discurso proyectado por las pantallas, a cargo de Martin Luther King, sirvió de presentación al tema “The headless children”, al que siguió “I wanna be somebody”, uno de los clímax del concierto y que el grupo dejó cantar al respetable. Terminado el tema, el cuarteto se marchó a camerinos para regresar e interpretar varios temas del mítico disco “The Crimson Idol”, un álbum conceptual que cuenta la historia de Jonathan Steel. Las canciones elegidas fueron “The invisible boy”, “I am one”, “The idol”, Chainsaw Charlie (Murders in the New Morgue)" y “The great misconceptions of me”, además de “Restless gypsy”, rescatada del disco “Inside the Electric Circus”. Todas las canciones fueron arropadas por videos proyectados por tres pantallas, dos en los laterales del escenario y una detrás de la batería. El resto de la banda, decir que estuvieron a la altura y respondieron a las expectativas que se esperaba de ellos: Doug Blair, guitarra solista, cambió de instrumento en varias ocasiones y estuvo muy participativo y correcto. Mike Duda, bajista, corrió por el escenario y animó al público, y Mike Dupke, batería, aporreó su instrumento para vestir a los temas con la fuerza que requieren. El solo de batería con el que nos deleitó, arropado por videos de coches de carreras, lejos de aburrir, gustó y animó al público.

La actuación – una hora y cuarenta y cinco minutos que supieron a poco - dio por finalizada con los temas “Heaven's hung in black” y “Blind in Texas”, otro de los clímax del concierto, en el que Blackie, después de tirar una botella de agua al público y dejar que éste cantara el tema hasta la extenuación, se subió a su impresionante micrófono con forma de manillar de motocicleta, para despedirse desde lo alto (y por todo lo alto) de todos nosotros. Una actuación memorable, intensa, con el único pero de un repertorio en el que faltaron temas tan imprescindibles en la discografía de los americanos como los son “Animal (fuck like a beast)”, "School daze", o la versión que popularizó Humble Pie, original de Ray Charles, “I don't need no doctor". Otra vez será.

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