viernes, 8 de noviembre de 2013

2013-11-07 – Sala ShokoLive! – Ramoncín – Casi tres horas de desparpajo musical

Ramoncín volvió a ser noticia en el año 2011 al esculpir con su talento un buen disco bautizado con el nombre de “Cuando el diablo canta”, y que el artista, muy acertadamente, dedicó “a los que durante todo este tiempo habéis mantenido encendida la llama que ha hecho que me sintiese vivo, apoyando a la banda y animándonos a seguir en este viaje…”. El músico, arropado por la incombustible Banda del Diablo, se subió al escenario de la sala ShokoLive!, un garito moderno y acogedor sito en la castiza calle de Toledo, concebido para ser referente de la escena musical capitalina impulsado por su espíritu de compromiso con la programación de las mejores actuaciones en directo. Un sitio auténtico y canalla, de trato exquisito, que fue testigo de la triunfal actuación de Ramoncín.


Pasaban diez minutos de las diez de la noche cuando un aclamado Ramoncín, vestido de riguroso negro y acompañado de su guitarra, nos ilusionaba a todos los presentes con los acordes de “Chuli”, un tema rescatado de su disco “Barriobajero” (1979),  y que enlazó con “Putney Brigde”, a rebosar de actitud y adrenalina. “Buenas noches, amigos”. El repertorio – unas veces abrazando la intimidad, otras la nostalgia y la poesía y otras el rocanrol más bailable y vacilón -, hacía que el respetable se evadiera de su mundo para auto invitarse al de Ramón, cómplice del espíritu de barrio que tanto nos une (y tanto nos gusta) a todos.

Un concierto “visualizado como pequeñas películas, que hemos enlazado de tal manera,…”, en el que no faltó ni el merecido homenaje al recientemente fallecido Lou Reed, ni las canciones aderezadas con el sucedáneo del gusto más musical -”Estamos desesperados”, “Huellas de sangre”, ”La chica de la puerta 16, ”Canciones desnudas”, ”Como un susurro” (la letra le jugó una mala pasada), o ”10 segundos”, cuya sentida y aclamada introducción dedicó al pueblo palestino - “cuando uno ve la Franja de Gaza y ve aquellos territorios no entiende que en el mundo haya una guerra porque la gente no atiende a Palestina” -.

El respetable se encontraba a gusto y Ramoncín lo notaba; un público que llegado desde lugares tan dispares como Barcelona, Almería, La Línea de la Concepción, o Vitoria – amén de sus siempre fieles seguidores madrileños -, llenó la sala ShokoLive con su presencia y con su voz. Y Ramoncín, siempre atento y entregado, lo supo agradecer: “la única razón por la que hay que seguir en esto es por gente como vosotros, gracias por estar aquí, gracias por acompañarme, gracias por ayudarme a superar ese foso con leones y con tigres…, y sobre todo lleno de hijos de puta…”.

Ramoncín rezumaba felicidad. Su naturalidad, y sobre todo el sentirse rodeado de tantos amigos que ya formamos parte de su familia musical, le llevó a interpretar “Quemando puentes”, que dedicó a todos los que tantas veces le han puesto en la cuerda floja sin motivo aparente - “esta canción podría recitarla, contarla. Es un reflejo de lo que he sentido en algún momento en los últimos meses“–. No faltaron a su obligada cita los temas ”Felisin, el Vacilón”,”Bajando”, para la que contó con la calidez de Salvi Pariente, guitarrista de Cosa Mala, y ”La cita”, con la que puso, casi dos horas después, punto y seguido a una primera parte de actuación tan intensa como sublime.  

No habían pasado cinco minutos cuando la banda regresaba al escenario para interpretar, durante una hora, un puñado de buenos bises entre los que no faltaron “Déjame”, ”Al límite” – el feeling de la canción le sirvió para presentarnos a La Banda del Diablo -, o el hit ”Hormigón, mujeres y alcohol”, tema con el que el grupo se despidió hasta el próximo concierto, el día 13 de diciembre en Barcelona. La sorpresa fue cuando Ramón, después de saludar y agradecer nuestra presencia, echó en falta el tema “La canción del diablo” y llamó a filas a la banda para interpretarlo. Todo un lujo.


No terminaré la crónica del concierto sin hacer una mención muy especial a la banda que siempre estuvo muy conjuntada, siete músicos cuya profesionalidad y engranaje arroparon al cantante en todo momento, unas veces doblando los solos de las guitarras, otras embelesando con los arreglos de violín y siempre contagiando la magia de su saber estar encima del escenario. ¡Chapeau!

Desearía que la gente, en un país en el que todo vale y se nos juzga por nuestros errores y no por nuestros aciertos, se pusiera las gafas de la objetividad para ver a Ramoncín como lo que es, un artista con una reconocida (y envidiable) carrera, que tantas y tantas veces ha escrito (y descrito) nuestra vida en sus canciones. Nada más (y nada menos).

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