El
sentimiento más doloroso que he experimentado en mi vida ha sido el de la
despedida. Decir adiós, máxime si es a un referente de esperanza, me ha
resultado siempre doloroso. Sé que no resultará fácil despedirse (¡para
siempre!) de “Yosi” y compañía, aunque
cuando la música termine quedarán los recuerdos, los buenos recuerdos. Y de eso
quiero hablar.
Las puertas de la madrileña sala La Riviera volvieron a colgar el cartel de “sold out” para acoger al grupo más grande que ha parido Galicia. A las siete y media de la tarde ya se respiraba el manso olor a despedida – la espera se amenizó con canciones de Motorhead en un claro homenaje al ya legendario Lemmy -, aunque también se percibía el aroma que impregnan las cosas que dejan huella, aquellas que realmente importan. Y se dieron cita las canciones, y las emociones, y las penas, y las alegrías, y la ilusión, y la amistad,… y la memoria.
Una
hora más tarde, a las ocho y media, sonaba la solemne intro - “Les Preludes” del compositor Franz Liszt – preludio del tema “Preparados para el Rock n Roll”. Sin
otorgar un ápice al descanso acudirían a su obligada cita “Cuando los sueños se van”, “Palabras
para Julia”, el visionario poema de Juan
Goytisolo hecho música, y “Maldita
sea mi suerte”.
“Gracias por estar ahí. Hemos venido a
cumplir una promesa, cuando deberíamos estar curando nuestras heridas”, nos
confesaba un emotivo “Yosi”,
entregado siempre (y como siempre) al espectáculo.
Mis primeros discos de Los Suaves
“Esta vida me va a
matar” y “Frankenstein”, (este último me gustaba más cuanto más lo escuchaba),
fueron mis primeras adquisiciones discográficas del grupo orensano. Muy poca
gente los conocía. El primero no puede faltar en cualquier fonoteca que se
precie digna de calidad porque destila ilusión, valentía, poesía urbana y muchísimo
rocanrol.
Después
de inundarlo todo con una agradable lluvia de confeti interpretarían los temas “No puedo
dejar el rock”, “Viajando al fin de
la noche”, “¿Sabes?, ¡Phil Lynott,
murió!” y la sublime “Siempre igual”.
Para entonces las lágrimas ya se habían apoderado de nuestros ojos.
Un disco redondo
El tercero, “Ese
día piensa en mí”. Con él Los Suaves (im) pusieron su banda sonora en mi vida.
Les consagró. La placa da cobijo al himno por excelencia del grupo: “Dolores se llamaba Lola”.
Tampoco
quisieron faltar a su cita “Si pudiera”,
– “Phil
Lynott murió, Lemmy
falleció ayer y yo no me encuentro muy bien de salud”, bromeaba “Yosi” antes de presentarnos el tema “Malas noticias” - y “Pardao”, en el que el frontman se hizo
acompañar por la calidez de una guitarra acústica. El interminable solo de
guitarra a cargo de un incombustible Alberto
Cereijo hizo que los presentes corearan su nombre. Rebosantes de
sentimiento sonaron también “Mi casa es el Rock n
Roll”, “El afilador” y “Dolores se llamaba Lola” - el hit por
excelencia de los orensanos -, con el pusieron punto y seguido, hora y media más
tarde, a una incólume actuación.
Dolores se llamaba
Lola
Y Lisa, y Julia, y
María, y Sara,… Mujeres convertidas en un indómito deleite que fluía al aprenderme
las letras de las canciones que las inmortalizaban.
Un sueño hecho realidad
El día 24 de noviembre
de 2010 es una fecha escrita en rojo en el calendario de mi memoria más
musical. Ese día un siempre atento Charli Domínguez se entregaba a la tertulia.
Su testimonio quedó para siempre plasmado en un libro, “Mamá, quiero ser
artista”. Entre otras muchas cosas el bajista me confesó que le gustaría
ponerse “a la salida de cada concierto y
darles un abrazo a todos los fans. Los fans nos han llevado siempre en
volandas, en los buenos y en los malos momentos”.
“Villancico Suave”, aderezado con un
par de "familiares" Santa Claus que volvieron a empaparnos de confeti (y lágrimas), “Dulce castigo” y la simbólica “La noche se muere”, que alargaron hasta
la saciedad en perfecta metáfora de la complicidad que tienen con el escenario (parecía como si no se quisieran marchar), dieron por finalizado
un concierto emotivo a la par que sublime. Casi dos horas en las que “Yosi”, Tino, Alberto, Fernando y Charli nos hicieron sentir el rocanrol. Porque eso es lo que somos.
Un concierto inolvidable
Todos a los que he asistido
(y han sido muchos). Aunque este último será para siempre.
Parece
que aún fue ayer... y ya se están despidiendo. Ata entón. Ata sempre.
P.D.:
Perdón por la afonía de mis palabras. Después de sentir las canciones como mías,
pienso (creo) que están totalmente justificadas. Las fotografías son obra de José “El pulseras”, un lucense de pro.
“Aquí acaba la historia del fin de un
recital.
Aunque todo vaya bien ¡qué triste es el final!
Una vez me dijeron, por favor escuchad,
que la mayor tristeza es ver a un amigo marchar".
Aunque todo vaya bien ¡qué triste es el final!
Una vez me dijeron, por favor escuchad,
que la mayor tristeza es ver a un amigo marchar".