martes, 10 de enero de 2012

TERRORISMO DE OFICINA



¿QUÉ cree usted que fue antes, la crisis económica o la crisis de valores? En mi opinión y aún a riesgo de equivocarme diré que la crisis de valores fue la que propició el caldo de cultivo propicio para que germinara esta crisis económica que ahora padecemos. Y creo que fue así y no al revés ya que desde que Eva le ofreció a Adán probar de la manzana prohibida el pecado menos original que arrastramos es el de la codicia (amén de la soberbia y la traición). Todos somos codiciosos por naturaleza y la codicia nos hace si no iguales sí muy parecidos. Pero no voy a hablarles de la crisis económica y sí de la crisis de valores. Haga un rápido examen espacio temporal y recuerde dónde estaba hace diez años. Si sigue trabajando en el mismo sitio, se relaciona con las mismas personas y disfruta de las mismas aficiones, usted se ha enriquecido más bien poco.


Permítame contarle una experiencia muy cercana. Hace unos meses tomé la drástica decisión de hacer de mis hobbies mi profesión. No sé si éstos son más productivos pero me satisfacen mucho más. Ahora me siento más persona, vuelvo a creer en mí, soy más yo. Desde hace más de quince años la profesión de informático ha pagado mis hipotecas, mis facturas, algunos de mis vicios más sanos, ha avalado mis viajes y me ha permitido darme algún que otro capricho. He vivido desahogado pero no he sido feliz; me he sentido como el autómata que cumplía con su trabajo pero al que no le gustaba nada lo que hacía. Desde hace unos meses leo, escribo, viajo, compongo, toco la guitarra, entrevisto a los artistas, acudo a sus conciertos, y lo más importante, me relaciono con personas que enriquecen mis experiencias con las suyas, harto de trabajar con parásitos cuyo único objetivo era conseguir objetivos y que “mataban” por alcanzar una categoría (que no prestigio) profesional. Profetas del “canibalismo” y la codicia, esa de la que hablábamos al principio.


¿Sabía usted que según un estudio realizado por el Observatorio de Riesgos Psicosociales de UGT el 73% de los trabajadores padece estrés en su empresa y tres cuartas partes del colectivo tiene problemas de salud derivados de esa situación? Además, el 71% dice “sentirse quemado” por su trabajo y un 26% presenta riesgo de acoso desempeñando su labor en un ambiente hostigador. El documento revela también que un 15% de los trabajadores ha sido víctima puntual de acoso moral y un 2% de acoso severo. ¿Sabía usted que según el informe elaborado por la Fundación Europea para la mejora de las condiciones laborales aproximadamente ochocientas mil personas en España padecen acoso psicológico en el trabajo y que se señala como agentes principales de dicho acoso a los jefes en un 46% de los casos y a los compañeros en un 44%? En la Europa globalizada alrededor de 12 millones de personas están afectadas de "mobbing", cifra que supone un 8,1% de la población activa. Datos bastante escalofriantes, ¿verdad?



De la nueva pandemia de nuestra sociedad, herencia de un sistema caduco y legado que dejamos a nuestros hijos nadie, ni siquiera los propios acosadores, están libres de contagio. Curiosa figura la del acosador, un personaje” que como el rebaño de borregos sigue a un pastor sin saber adónde va, que se siente protegido dentro de un colectivo abstracto y que acosa para no ser acosado. Un “personaje” que obliga a pensar como él, a relacionarte con quien él quiere y como él quiere. Y como todos los “personajes” tiene nombre y apellidos; nombres (elegidos al azar) como Víctor Manuel, Cándida, Juan Ramón o Concepción, y apellidos (elegidos también al azar) como Pinacho, Cruz, Quintanilla, Silleras o Velasco; adictos al acoso que predican las buenas maneras cuando sus vidas se perfuman de rutina y se vacían de ilusiones. “Personajes” que cuentan como triunfos las desgracias ajenas, que se solidarizan con los desconocidos ignorando al necesitado que tienen a su lado. Pobres desagradecidos carentes de memoria, que se creen portadores de la razón absoluta, que globalizan sus siempre justificados errores y hacen suyos nuestros aciertos. Historias de eternos aspirantes que se divorciaron de sus mujeres porque enfermas ya no les servían para nada, de patéticas ególatras a las que sus maridos las engañaron con su secretaria, de engreídos y soberbios que retrasan su regreso a casa porque en ella les espera una mujer con la que no se hablan o “belenesestébanes” que contrajeron matrimonio con un compañero de trabajo creyendo llegar a una tierra prometida que con el paso del tiempo descubrieron yerma y aburrida. Miles de historias con el denominador común del conflicto y la sospecha. U otras que nos hablan de dignas “lameculos” que sufrieron “mobbing” y ahora les aplican a otros inocentes sus malas experiencias, de soberbias que llevaron al altar a oxidados funcionarios para “asegurarse” así la vida, que revitalizaron la actividad sexual de vetustos acompañantes a base de milagrosas dosis de viagra o que arrastran el nostálgico lastre del “encoñamiento” con algún cubano que las puso mirando a Cuenca y su memoria sigue anclada allí. Saben de qué hablo, ¿verdad? Estos son algunos de los estereotipos del acosador común, inquilino habitual de cualquier fábrica, de cualquier oficina, de cualquier empresa. Gente sin escrúpulos ni principios cuyo futuro (y el de sus hijos) se construye a base de pasados y presentes roídos por la envidia y la carcoma. Afortunadamente para los que amamos la justicia la vida es como el mar, que te devuelve todo lo que le arrojas.

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