domingo, 6 de octubre de 2013

2013-10-04 - Sala Penélope - Siniestro Total - ¡Siniestro! ¡Siniestro!

El punk rock de Siniestro Total engancha con la misma fuerza que enganchan la rutina o el speed. Hacía tiempo que no disfrutaba con la contundencia escénica de los vigueses; nunca los había visto con la lupa de la objetividad que dan la cercanía de salas como Penélope, una sala que en su acertada apuesta por la música de calidez y de calidad, volvió a colgar en la puerta el cartel de “sold out”.

A las diez de la noche salían al escenario los “siniestrosJavier Soto, Óscar G. Avendaño, Ángel González y Jorge Beltrán, abanderados por su líder, el siempre carismático Julián Hernández, quien se mostró muy comunicativo y predispuesto al agrado. Una actuación basada en la perfecta armonía de los temas de sus últimas entregas discográficas con los clásicos de siempre. Abrieron la caja de la delicatessen musical con el tema “Alégrame el día”, al que siguió “Ay, Dolores”. Segundos después la verborrea elocuente en clave de humor de Julián se enhebraba con la entrega del respetable – “Buenas noches Oviedo. Hoy tocaremos canciones acerca de la estupidez humana y otros temas de interés” -, acompañado de su guitarra, fiel compañera que ya no le abandonaría en todo el concierto. Dieron merecida continuidad los temas “A Casa”, “Chusma”, “Rock en Samil”, que desembocó en “Vamos muy bien”, el clásico de Obús que el respetable bailó y cantó incansable. “Bailaré sobre tu tumba”, “Somos Siniestro Total”, “Miña terra galega”, una postal de Galicia con la que, de la mano de Lynyrd Skynyrd, todos nos sentimos un poco gallegos, o “Cuánta puta y yo que viejo”, acudieron a su obligada cita arropando a otros como “La paz mundial”, “Viene el verano”, cantado por Óscar, o “España se droga”, todos ellos envueltos con el papel de regalo de una variedad de estilos tan diversos como el heavy metal o el jazz y que identifica cada vez más al grupo. El concierto transcurrió  con total normalidad salvo por la presencia de un espontáneo que tuvo su minuto de gloria al emular a aquellos “moshes” que antaño se subían al escenario y se lanzaban al público para que éste amortiguara su caída; un incidente que más que entorpecer, enriqueció la actuación.

Tras una hora y cuarto de frenético concierto, el grupo se tomó unos merecidos minutos de descanso para salir de nuevo al escenario a deleitarnos con unas cuantas canciones – entre ellas “¿Quienes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?”, muy coreada por los asistentes, o “Cuenca minera” -. Un cuarto de hora más tarde, el quinteto volvió a salir al escenario, esta vez para despedirse de un público que no dejó de gritar el nombre del grupo – “¡Siniestro!, ¡Siniestro!” -, reclamando temas como “Assumpta”, “Todos los ahorcados mueren empalmados”, “Diga qué le debo” o “Camino de la cama”, en busca de una merecida recompensa que en forma de clásicos terminara de saciar su hambre de música, de juerga y de banda. Pero el grupo ya no salió. 

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