La magia que envuelve la música es inexplicable. Es por eso que canciones que no nos atrapan cuando las escuchamos en su cárcel de vinilo, gracias a la fuerza y la empatía del directo, nos enganchan y enamoran más que el primer beso. Y eso es lo que sucede con The Class. No era la primera vez que asistía a un karaoke con banda, que es así como se define la apuesta musical de The Class. Hace años tuve la oportunidad de subirme al escenario de la sala Galileo Galilei con la Banda Sabinera (Pancho Varona y Antonio García de Diego, entre otros). Es por eso que la fórmula aplicada por The Class no me resultaba novedosa aunque sí me dejó el regusto de la originalidad. Me explico. Una banda formada por Jorge Rueda (maestro de ceremonias), Cristian Velásquez (batería), Juan Acebo (guitarra y coros), Juanjo Reig (bajo y coros) y José Maria Oliver (guitarra y coros), y avalada por un repertorio de 118 canciones que abrazan estilos tan sugerentes como el rock, el pop o el punk, se merece tildarla, como poco, de original.
Eran las once y media de la noche cuando la fiesta dio el pistoletazo de salida con el inconfundible riff de “Rock and roll radio” de los siempre añorados Ramones. “Buenas noches amigos y amigas al primer The Class del año 2014” . Para entonces la madrileña sala We Rock ya se había llenado de incondicionales de la música que acudieron a la obligada cita para disfrutar con el “feeling” y la profesionalidad del grupo y para ser los protagonistas de la noche al sentirse artistas y compartir con el resto sus inquietudes musicales. Aquellos cuyo atrevimiento fue más valiente que su sentido del ridículo (prescindible e incómodo en este tipo de eventos), se sintieron por unos minutos verdaderas estrellas. Por allí pasaron Franz Ferdinand, Muse, Loquillo y Los Trogloditas, Guns n´Roses, AC/DC, y Brian Johnson, y Axel Rose, y “Sweet child o´mine”, y “Hysteria” y “Tainted love”, y “Cadillac solitario”. En definitiva, mucha diversión, mucha nostalgia, muy buena música y muchos “artistas” que aparcaron en doble fila su anonimato para deleitarnos con su particular visión del espectáculo. The Class somos todos.
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