lunes, 5 de septiembre de 2011

GRACIAS A LA VIDA

   En contadas ocasiones la vida nos ofrece la oportunidad de vivirla; una oportunidad única que no se le brinda a todo el mundo, solo a aquellos que creen en la imperiosa necesidad de vivirla. La vida ha tenido el detalle de darme esa oportunidad y la vivo como quiero, sin nada ni nadie que me diga cómo hacerlo. Y me levanto a la hora que quiero, y trasnocho, y ayuno de ti o te peco de gula. A mi libre elección y a mi libre albedrío. Ahora disfruto de los detalles, de los paseos pausados, de la lectura sin prisas con la única obligación que me imponen el gusto y las ganas de vivir. Nada más. Y contagio al mundo mi alegría, el verso libre de mis ilusiones, la poesía del nosotros, abrigando los sueños de aquellos que se han olvidado de soñar o que nunca lo han hecho. Y comparto mis ‘te quiero’ y grito mis ‘te necesito’. Ahora respiro a diario, desayuno en el VIPS, ayuno a deshoras, todos mis días son días festivos. Y observo, y escucho, y palpo, y huelo. Y compro ramilletes de flores y les guiño el ojo a las camareras. Me enamoro del silencio, y del bullicio, y te engaño de consumismo con las cajeras del súper. Y encierro en el redil de mi insomnio a las ovejitas que cuentan mis noches sin ti, y escribo, y escribo, y escribo. Vivo ajeno a envidias, a soberbias mal curadas, a chismes y horarios de oficina; ajeno a traidores, hipócritas, desagradecidos y falsos profetas. Y le doy la espalda a la rutina. Una vez por semana contrato los servicios de Paquita, una joven con cara de vicio que, aunque ejerce de puta a tiempo parcial cuando la apetece necesita follar a diario. Cincuenta y cinco kilos de peso, pelo corto castaño, poco pecho, con un pequeño dragón tatuado en la teta derecha y gafas de pasta. Teléfono de contacto: 639 245 236. Precio del servicio: ciento cincuenta euros. Calle Clara del Rey, escalera izquierda, apartamento 369. Precio del alquiler: veinte euros la hora.

   Ahora me acomodo en la cama mientras ella, de rodillas y con las bragas aún puestas, acaricia mi polla. Y me mira, y se relame. Y yo endulzo mi curiosidad con un programa de recetas de cocina. Y hago zapping, y en la pantalla aparece Kirk Douglas, y Ángela Barnett y Anita Pallenberg... Y los Reyes Magos. Y Paquita rechupetea la polla, ensalivando, sin utilizar las manos, como si fuera una piruleta. Y se excita con un consolador color azul a la par que saca el miembro de la boca y se golpea suavemente la cara. Y yo aguanto y aguanto hasta que no puedo más y me corro en su boca. Y ella me sacude la polla mientras la leche, mezclada con la saliva, se le sale por la comisura de los labios y cae en la cama manchando las sábanas. Y se vuelve a introducir mi polla en la boca mientras yo le agarro un pecho con la mano izquierda y con la derecha cojo el móvil y le hago una foto que guardo en la cartera junto a la  estampa de María Magdalena que tutela mi suerte.

    Voy al baño varias veces al día. Será que mi cuerpo necesita expulsar con urgencia toda la mierda acumulada durante tantísimo tiempo. 


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