Hay conciertos que te cogen de la mano y te guían por el recuerdo; conciertos que sin querer te trasladan a una adolescencia marcada por las visitas domingueras a El Rastro madrileño para conseguir, por una libra (sesenta céntimos de euro de los de ahora), las últimas novedades discográficas grabadas en cutres y defectuosas cintas marca Crescendo. Así llegó a mi vida la música de Los Suaves, Banzai, Quiet Riot, Yesterday and Today, Iron Maiden, Scorpions, Guns n´Roses, grupos que luego he podido disfrutar en directo y de los que con el tiempo he ido adquiriendo sus cedés, todos originales, algunos firmados por los propios artistas. Así llegó a mi vida la música de W.A.S.P., una banda liderada por el misterioso Blackie Lawless y cuyo primer disco, el homónimo “W.A.S.P.”, me gustó tanto que su escucha me convirtió en fan de la banda. Hasta el punto de que siempre que Blackie ha aterrizado en nuestro país, un servidor ha ido a ver su show en directo.
La sala La Riviera , que para la ocasión registró una buenísima entrada, abría sus puertas al público a las siete y media de la tarde, para que a las nueve y cuarto de la noche sonara por los altavoces un remix de temas que resumían la trayectoria musical de W.A.S.P.; una selección que sirvió de perfecta carta de presentación para que Lawless y compañía hicieran acto de presencia en el escenario ante un público que les esperaba impaciente. Abrieron la caja de sus esencias musicales con el tema “On your knees“, al que le dieron merecida continuidad “The torture never stops”, y “The real me”, rescatado del disco “The Headless Children”, y merecido homenaje a los británicos The Who.
La actuación – una hora y cuarenta y cinco minutos que supieron a poco - dio por finalizada con los temas “Heaven's hung in black” y “Blind in Texas”, otro de los clímax del concierto, en el que Blackie, después de tirar una botella de agua al público y dejar que éste cantara el tema hasta la extenuación, se subió a su impresionante micrófono con forma de manillar de motocicleta, para despedirse desde lo alto (y por todo lo alto) de todos nosotros. Una actuación memorable, intensa, con el único pero de un repertorio en el que faltaron temas tan imprescindibles en la discografía de los americanos como los son “Animal (fuck like a beast)”, "School daze", o la versión que popularizó Humble Pie, original de Ray Charles, “I don't need no doctor". Otra vez será.
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