En su primera acepción, la R.A .E. define virtuosismo como el “dominio de la técnica de un arte propio del virtuoso (artista que domina un instrumento musical)”. Así podríamos calificar la relación de Jennifer Batten con la guitarra. En una sociedad como la nuestra controlada por el hombre parece lógico que, desde el año 1987, Jennifer sea conocida como "la guitarrista de Michael Jackson”; una malabarista de las seis cuerdas con una sólida carrera musical, incluidos métodos de guitarra y una graduación en el G.I.T. donde años más tarde impartiría clases como profesora. Su calidad hablaba tan bien de ella que el mismísimo Jeff Beck precisó de su talento en la gira del año 1998. Y eso lo resume todo.
Para arropar una excelencia musical tan evidente como la de Jennifer se contó con Perfect Smile, un grupo de cinco chavales cuya maestría musical consigue enganchar con un sonido envolvente y dinámico. A las ocho y cuarto de la noche salían a escena para, cuarenta y cinco minutos más tarde y gracias a la defensa en directo de canciones como “Amargo despertar” o “Por el cielo” - que abrazan el metal más progresivo con dulces pinceladas de ritmos latinos o reggae -, demostrarnos a los presentes que son un grupo muy bien conjuntado, que reclama su merecido sitio en la escena musical capitalina y para el que el escenario de la sala We Rock, que no completó ni la mitad de su aforo, se quedó algo pequeño. Apréndanse su nombre: Perfect Smile.
A las nueve y media de la noche una aclamada Jennifer Batten nos saludaba - “buenas noches. ¿Cómo están ustedes” -, en un castellano muy primitivo pero entendible. Su repertorio, apoyado desde el propio escenario por una pantalla que proyectaba videos tanto de su trayectoria profesional como de su talento fílmico, se basó en sus discos en solitario – “Above below and beyond” (1992), “Momentum” (1997) y “Whatever” (2007) – con canciones como "Cat fight", “In the aftermath“, o “Blues”, combinadas perfectamente con otras que recordaban su paso por la banda del rey del pop - "Medley tribute to Michael Jackson" - o a los malogrados Nirvana – “Smell like teen spirit” -. En su actuación, de poco más de una hora de duración, la guitarrista mostró a un público siempre entregado y atento, distintos estilos y distintas técnicas – bendings, slides o tappings a dos manos -, que simultaneaba con efectos como el wah wah, la distorsión o el delay.
El concierto finalizó a las once y diez de la noche debido a un percance con la rotura de una cuerda - “la primera vez que me ocurre” – que aplazó en casi media hora la actuación, lapsus que la “guitar heroine” aprovechó para charlar con el público contestando a sus preguntas y satisfaciendo su curiosidad. En definitiva, un concierto diferente en el que los asistentes disfrutamos con su técnica pero sobre todo con su sencillez y su cercanía. Y es que cuanto más grande eres, más humilde te muestras.
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