La música une más que todo. Más que el fútbol, más que la política y más que la religión. Sobran las explicaciones. Aunque si no se lo cree o no está de acuerdo lea la presente crónica y sabrá el porqué de tan solemne, rotunda y (casi) arrogante afirmación.
A las cinco y media de la tarde abrió sus puertas la madrileña plaza de Vistalegre para, en la festividad del santo patrón San Isidro, acoger a los incondicionales que acudimos a ver y escuchar a UDO y a Blind Guardian y a dar nuestro último adiós a Judas Priest, en la que dicen que es su gira de despedida y que han bautizado con el metafórico nombre de “Epitaph”.
A las seis y media de la tarde descargaban su adrenalina más musical, y con ella la nuestra, los alemanes UDO; un concierto que en sus cuarenta y cinco minutos de duración supo a muy poco. Abrieron con “Rev-Raptor”, a la que dieron continuidad una trepidante interpretación de “Animal house”, canción rescatada de su primer disco homónimo, “Leatherhead”, “Vendetta”, “Princess of the dawn”, primer cover de los míticos Accept, antigua banda en la que militaba su frontman Udo Dirkschneider, y que la gente cantó sin tregua ni descanso y “Man and machine”, para acabar apoteósicamente con tres de los temas más emblemáticos de Accept: “Metal heart”, “Balls to the wall” y la omnipresente “Fast as a shark”, cantada por un público entregado, agradecido y extasiado, pero sobre todo que se divirtió y aplaudió las buenas maneras del señor Dirkschneider y compañía. Y es que como dice el refrán, quien tuvo retuvo.
Faltaban veinte minutos para las ocho de la tarde cuando los también alemanes Blind Guardian pisaban el escenario para hacernos vibrar con su metal más melódico aliñado con gotitas de speed, power y progresión. Temas de la categoría musical de “Welcome to dying”, o de la maravillosa “Nightfall”, a las que acompañaron otras de idéntico “feeling“ como “Valhalla”, “The Bard's song - In the forest”, interpretada por Marcus Siepen con guitarra acústica sentado en una banqueta, o la preciosa “Mirror, mirror”, que puso punto y final a casi hora y media de actuación, se dieron cita para que el sexteto alemán, y en especial su vocalista Hansi Kürsch, siempre entregado y agradeciendo en un castellano casi perfecto la entrega de su público – “de puta madre, Madrid” -, nos invitara a soñar con la maquinaria perfectamente engrasada de su música y su directo. El único “pero” a la actuación de los germanos fue el pésimo sonido que exhibió el grupo en algunos momentos de la misma; un sonido molesto y distorsionado sobre todo con la presencia del doble bombo del batería Frederik Ehmke.
Eran las diez menos cuarto de la noche cuando el barullo se convertía en un grito ensordecedor al escuchar los acordes de “Rapid fire”. Los Judas Priest estaban allí, puntuales, más mayores pero igual de vitalistas (la carretera les ha respetado bastante), para demostrarnos a la legión de fans que llenamos la plaza de Vistalegre, que son como el vino: mejoran con los años. Dando un repaso a lo más selecto de su discografía, del repertorio no faltaron clásicos como “Metal Gods”, “Heading out to the highway”, “Victim of changes”, “Nostradamus”, la preciosa y coreada “Night crawler”, o “Turbo lover”. El grupo, siempre atento y agradecido con la entrega de los presentes (sobre todo el guitarrista Glenn Tipton y el frontman Rob Halford, quien cambió su vestuario en repetidas ocasiones respetando el color negro siniestro), hizo valer su condición de grandes del metal con una elegancia y precisión en el escenario difícil de igualar, adornando las canciones con fuegos de artificio y luces láser que engrandecieron su actuación. Pero lo mejor estaba aún por llegar cuando sonó “Breaking the law”, cantada íntegramente por los presentes, y a la que siguieron un espectacular solo de Scott Travis que enlazó con la casi demoníaca “Painkiller”, “Electric eye”, “Hell bent for leather", introducida por el rugido de la Harley Davidson con la que Halford se presentó en el escenario y sobre la que interpretó el tema, “You've got another thing comin”, en la que el frontman, después de invitar al respetable a responder a sus registros vocales, lució una bandera española que besó en repetidas ocasiones, y “Living after midnight”, el clásico rescatado del superventas “British Steel” que los presentes bailamos a rabiar y que puso punto y final, después de algo más de dos horas, a un concierto que quedará en la memoria de todos nosotros. Este era el adiós de una banda que ha llenado con su música los vacíos (existenciales) de muchos de nosotros. Esperemos que tan solo se quede en un “hasta luego”.
Para entonces madridistas y colchoneros, “sociatas” y “peperos”, apolíticos e indignados, ateos y creyentes, catalanes, vascos, segovianos, extremeños, … habíamos fusionado nuestra euforia, nuestros corazones, nuestros sueños, compartiendo impresiones, litros de cerveza, sudor y lágrimas y olvidando, durante las casi seis horas que duró el macroconcierto, que la vida aprieta más que ahoga. Sentimientos que la Música es capaz de aflorar y por cuya senda caminan seguras nuestras vidas. Y la de nuestros hijos. Usted ya me entiende, ¿verdad?
YO ESTUVE ALLÍIII!!y saqué las fotos Jeje! que pena no haber tenido una cámara mejor!!! La verdad es que estuvo lleno de energía. Nos hizo olvidar los problemas por unas horas y ser felices. Es lo que tiene la música, que es la mejor terapia...
ResponderEliminarUnas fotos preciosas. Muchas gracias. Nos vemos en otro (eso espero). El próximo Sebastian Bach (ex Skid Row)
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