En esta segunda juventud que me ha tocado vivir, estoy disfrutando la música más intensamente que hace años, más de veinticinco, cuando mi juventud se empapó del espíritu musical de infinidad de grupos, Warlock entre ellos, que mojaba sin encharcar desde la distancia de los grandes estadios. Ahora esa distancia inalcanzable y anónima se ha convertido en cercanía y proximidad; el sudor de aquellas bandas legendarias que ahora descargan su adrenalina en recintos más pequeños como la sala Caracol, siempre llenos de un público que no olvida, se mezcla con el mío. Ahora los artistas, aquellos mitos inalcanzables del pasado, te estrechan la mano y te invitan a cantar con ellos cuando tienen la deferencia, como siempre la ha tenido Doro Pesch, de acercarte el micro para compartir contigo su éxtasis más metalero. Toda una experiencia que recomiendo vivir siempre que se pueda.
Para caldear el ambiente antes de su aparición en escena, la alemana aprovechó la profesionalidad de Seven, una banda checa que demostró muy buenas maneras en el escenario. Presentando en Madrid su última placa, la titulada “Freedom call”, el grupo siempre estuvo cercano, preocupado por agradar con su técnica y sus poses a un público también muy entregado y dejándonos a los presentes, en su media hora de actuación, muy buen sabor de boca. Muy recomendables en directo.
A las nueve y cuarto de la noche salía al escenario una guapísima Doro Pesch, para demostrarnos a los que no quisimos perdernos su concierto que, como el buen vino, su fuerza escénica y vocal se conserva con el paso de los años. Una bonita introducción enlazó con el tema “Hellraiser”, al que dieron continuidad tres canciones rescatadas de su pasado en Warlock - “I rule the ruins”, perteneciente a su exitoso “Triumph And Agony”, “Burning the witches”, de su álbum debut con los germanos y del que también tocaron “Metal racer”, y “Fight for rock” -. Para entonces el público, entregado como nunca he visto, ya comía de la mano de Pesch.
“Os quiero, Madrid”. El repertorio de la teutona se nutrió tanto de canciones de su periplo en solitario como de su pasado musical en Warlock; temas todos muy aplaudidos y coreados como “The night of the Warlock”, “Hellbound”, “True as steel”, “Rise your fist in the air”, el primero de los dos que tocó de su hasta la fecha última entrega discográfica – el otro fue “Hero”, muy aplaudido por el respetable y que Doro, lanzando un beso al cielo, dedicó a la memoria del inmortal Ronnie James Dio , memoria que los presentes recordamos coreando su nombre -, o la entrañable “Fur Immer”, que el público cantó con el sentimiento que el tema merece y que la incombustible Doro introdujo con unas emotivas palabras: “sois una gran familia de heavy metal”.
“We love you…Os quiero”, no paraba de gritarnos la alemana desde el proscenio; el escenario se quedó pequeño para tanta adrenalina como descargó la banda, muy conjuntada, profesional, y que arropó en todo momento a la diva: Bas Maas (que sudó y se divirtió bromeando con el resto de sus compañeros) y Luca Princiotta, a las guitarras, Nick Douglas, al bajo y a los teclados, y Johnny Dee, que no dejó de aporrear su instrumento con la precisión de una máquina de coser. Su solo de batería, con guiños a los británicos Queen, fue muy aclamado por el público. Completaron un inmaculado repertorio los temas “Earthshaker rock”, que sirvió de comodín para presentar a la banda, el himno “We are the metalheads”, “Breaking the law”, cover de Judas Priest con el que la gente disfrutó a rabiar y que enlazaron con “All we are”, uno de los clímax del concierto con el que se puso punto y seguido a una intensa primera parte de actuación. Sin abandonar el escenario, Doro se reservó para el final los temas “Metal tango”, “Unholy love”, y “Bun it up”, incluido en su disco del año 2000, “Calling the wild“.
A pesar de haber visitado nuestro país en casi todas sus giras, el público sigue apostando por la de Dusseldorf porque sabe que los conciertos de la alemana son sinónimos de calidad. Aunque con una banda, un repertorio y un público como el que se dio cita en la madrileña sala Caracol, uno puede ir a cualquier parte. Doro, ya te echamos de menos.
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