Las
leyendas musicales se forjan en los grandes conciertos. Sucede así cuando la
actitud (y la aptitud) ante la música es una filosofía de vida más que una moda
pasajera. Es por eso que hay grupos y solistas que hagan lo que hagan y toquen
donde toquen nunca defraudan. Enrique
Bunbury es uno de ellos.
Pasaba un
cuarto de hora de las nueve y media de la noche cuando las luces que iluminaban
un abarrotado Palacio de los Deportes
se apagaban para ceder el protagonismo a Bunbury,
que hacía acto de presencia en un escenario futurista descendiendo de un ovni
proyectado en una pantalla central, la misma que con imágenes explicó el
mensaje de algunos de los temas para ambientar y concienciar a los presentes. Así
fue como el zaragozano “despertó” las ansias del respetable con el tema “Despierta”, muy bien acogido y al que
siguieron “El club
de los imposibles”, “Los
inmortales”, y “Contracorriente”.
“Buenas noches Madrid. Muchas gracias a
todos… Queremos hacerles un recorrido por el pasado más lejano y por el pasado más
inmediato”, nos invitaba un Enrique muy cercano y atento, aclamado por un
público siempre fiel que bailó y coreó los temas, que participó y, sobre todo, que
disfrutó con el espectáculo.
A su
obligada cita acudieron temas como “Hijo
de Cortés”, “Más alto que nosotros
sólo el cielo”, “Destrucción masiva”,
una preciosidad sonora, “El extranjero”,
“El rescate” o “Los habitantes” (“de Madrid”,
añadió elocuentemente Enrique desde
el escenario). La hora y tres cuartos que duró la primera parte de un concierto
que quedó grabado para la posteridad se cerró con los temas “Que tengas suertecita”, “De todo el mundo”, “Sí” y “Lady Blue”.
Bunbury reservó un espacio tanto para los
covers - “Frente a frente”, rescatada
del repertorio de la inolvidable Jeannette,
y “Deshacer el mundo”, de los
sempiternos Héroes del
Silencio – como para los invitados, “El cambio y la celebración”, que cantó
junto a Iván Ferreiro (“uno de los artistas y compositores más
grandes de este país”) o “Bujías para
el dolor”, junto a Quique González
y al que presentó como “uno de los
compositores más importantes de su generación”, ambas interpretadas en la
media hora dedicada a los bises. Minutos después el zaragozano se despediría de
todos nosotros con los temas “Sácame de
aquí”, que sirvió para presentar a una banda que cumplió con creces su fiel
cometido de arropar y encumbrar al divo, y “El
viento a favor”.
Y a las
doce y cinco Enrique, como ya le sucediera
a Cenicienta, huyó del escenario y
en su carrera perdió el zapato de la delicatessen de una noche que se quedará grabada
en nuestra memoria para siempre. Porque la horma de sus zapatos es la de
nuestras propias vidas.
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