A las ocho de la tarde empezaban a descargar su particular visión del mundo los escoceses Gun; como tarjeta de presentación sonó “14 stations”, un precioso tema de su última placa, idóneo para abrir el concierto, y al que dieron continuidad “Lost and found”, y “Better days”, este último rescatado de su maravilloso primer disco “Talking on the world”, tan necesario como omnipresente en el repertorio de los escoceses. Luego acudirían a su obligada cita los temas “Don't say it's over”, los frenéticos “Break the silence”, “Butcher man” y “Steal your fire”, que la gente coreó y bailó a rabiar, para poner el punto y final a una brillante actuación con “Word up” y una acelerada interpretación del tema “Shame on you”, incluido también en su primer álbum. En definitiva, tres cuartos de hora en los que el quinteto se metió a los presentes en el bolsillo, no solo por su calidad interpretativa sino por su calidez y cercanía con un público que al principio se mostró algo frío pero que se fue calentando a medida que avanzaba el repertorio y la tarde, contagiados sobre todo por el acertado comportamiento de una banda que como teloneros dejaron el listón muy, muy alto.
Después de casi una hora de insufrible espera (el calor y la música de fondo no ayudaron a que fuera más amena), salieron a escena unos esperadísimos The Cult, para presentarnos su última placa, que han bautizado con el nombre de “Choice of weapon”, un disco que sin abrazar el sonido de los maravillosos “Sonic Temple” o “Electric”, sí que atesora en su interior alguna joya como “Honey from a knife”, cargada de adrenalina, “The Wolf”, “Lucifer” o “For the animals”, temas menos conocidos pero que arropados por los clásicos de siempre – “Lil' devil”, “Rain” y “Fire woman”, muy coreadas por el respetable, “Wild flower”, “Rise”, o “She sells sanctuary” - hicieron las delicias de los allí presentes.
Decir que Ian Astbury (con su inconfundible registro vocal) estuvo correcto queriendo agradar siempre – “Muchas gracias… Perdón, no hablo español” -, muy comunicativo y disfrutando del concierto – del ímpetu rompió la pandereta que tocaba -, con sus habituales poses rockeras y su peculiar atrezzo que combina con gusto las gafas de sol (solo se las quitó durante unos segundos antes de los bises), con unas botas camperas, un pantalón negro de pitillo y una chaqueta de manga larga con forro en el cuello. Billy Duffy, vestido totalmente de negro, cambió en varias ocasiones de guitarra y también se mostró muy profesional, brindándonos imágenes memorables al rasgar la guitarra con su peculiar “molinillo”, con la mano derecha. Dedicado en cuerpo y alma a su instrumento, nunca se olvidó del público al que intentó contagiar su energía. Ni el cantante ni el guitarrista cruzaron en ningún momento la mirada, ni un gesto, ni un saludo. El resto de la banda, sublime.
Después de una hora de frenética actuación el grupo se fue a los camerinos sin avisar al cantante que, segundos más tarde y tras pedir disculpas al respetable, también se marchó. Para los bises reservaron los temas “Death”, “Spiritwalker”, rescatado del disco “Dreamtime” y “Love removal machine”, cuyo sonido abraza más el heavy metal que el hard rock y con el que pusieron punto y final a un concierto intenso del que se echaron muy en falta algunos temas.
Tantos años y tantos kilómetros recorridos sirven para lograr un sonido tan contundente y característico, un sonido que cuando lo escuchas te obliga a decir: esos son The Cult. Y eso dice mucho de una banda.
Tantos años y tantos kilómetros recorridos sirven para lograr un sonido tan contundente y característico, un sonido que cuando lo escuchas te obliga a decir: esos son The Cult. Y eso dice mucho de una banda.
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