domingo, 23 de septiembre de 2012

Finalista del I CERTAMEN RELATO CORTO Campaña de Fotoprotección y Prevención del Cáncer de Piel 2012

Un relato de mi autoria, el titulado "Descubriendo el Sol" y que podéis leer a continuación, ha sido seleccionado como finalista del I CERTAMEN RELATO CORTO, Campaña de Fotoprotección y Prevención del Cáncer de Piel 2012. Pulsando AQUI podréis ver a los veinticinco finalistas. Espero que os guste.


DESCUBRIENDO EL SOL

La tarde invitaba al paseo: apacible, tranquila, con una ligera brisa despeinando los cabellos. Una tarde perfecta para pasear de la mano de mi padre y sentir la suavidad de la arena en los pies descalzos, o el frescor de las olas. Hablábamos del sol, de aquél sol rojizo que cada tarde desaparecía en el horizonte.

- Antes de nada, ya existía el sol, contaba mi padre. El sol iluminaba y proporcionaba calor, pero era intenso y dañino. Por eso decidió repartir su fuerza entre los hombres, dándole un trocito a los griegos y encargando su custodia a Helios, otro a los egipcios, a los muicas y a los incas, personalizando su poder en Ra, Xué e Inti. Tonatiuh se encargó de cuidarlo en Méjico y Amaterasu en Japón.

- ¿Amate… qué?, pregunté extrañado.

- Amaterasu, contestó mi padre.

De repente, nuestras miradas convergieron en un papel que había en la arena. Mi padre lo cogió.

- ¿Qué pone papá?

- Recomienda el uso moderado del sol. Dice que hay que cubrirse con una sombrilla, con un sombrero y con unas gafas.

- ¿Unas gafas como las mías?

- Si, como las tuyas.

- ¿Y qué más pone?

- Que hay que utilizar cremas de alta protección y aplicarlas media hora antes de tomar el sol y después de cada baño. Los niños menores de tres años no deben exponerse directamente al sol.

- Pero yo tengo seis.

- Aun así hay que protegerse. Hay que beber abundante agua y zumos de frutas y verduras.

- Las verduras no me gustan. Aunque si es para tomar el sol… dije resignado.

- Hay que examinar regularmente la piel por si aparecen lunares.

- ¿Como éste, papá?, pregunté, soltándome de su mano y mostrándoselo para que lo viera.  

- No, ese te lo has pintado tú.

- No, me lo ha pintado Amaterasu.

Y mientras nos reíamos, aquel sol rojizo, de atardecer, iluminaba la calma de un mar sereno, consciente de que en veinte minutos moriría estrangulado por la oscuridad de la noche. Después de treinta años el sol sigue allí, aunque ahora soy yo quien lleva a mi padre de la mano.
 

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