sábado, 8 de febrero de 2014

2014-02-07 - Sala Penélope - DeBruces + Porretas – El “veneno” de la música


Con la letra P. Hojas primeras que brotan de los cereales antes de formarse la caña: Porretas.

A las ocho y media de una tarde de “calabobos”, en Madrid, los madrileños DeBruces, o lo que es lo mismo Isaki, batería, Fernin, bajo, Oskar, voz  y Dani y Paje, guitarras, ocupaban el escenario de una abarrotada sala Penélope; una banda con dos trabajos discográficos hasta la fecha, - “Con trastes” (2011) y “Nunca muere” (2012) -, muy bien avalados por el talento y el inconformismo, tarjeta de presentación de sus contundentes directos. Casi una hora de actuación en la que no faltaron sus temas más emblemáticos, “Debruces” y “Mala hierba”, entre otros.

A las diez menos cuarto unos esperadísimos Porretas, aclamados por la marea de incondicionales que acudimos a arroparlos, hacían acto de presencia para demostrar una vez más que sus actuaciones son sinónimo de diversión y compromiso. Presentados como siempre por introducción del tema “Always look on the bright side of life”, que popularizaran los geniales The Monty Pithon en la no menos genial “La vida de Brian”, los de Hortaleza abrieron la caja de las delicias sonoras con el tema Si nos dejáis“, al que dieron continuidad “Hortaleza”, que muy acertadamente dedicaron al recientemente fallecido Luis Aragonés, “El abuelo fue picaor”, “Dos pulgas en un perro”, “Y aún arde Madrid “, la siempre entrañable “El deudor del condado de Hortaleza”, “Si lo sé me meo”, en la que algún espontáneo, al más puro estilo de los conciertos de Evaristo y sus Gatillazo, se subió al escenario para cantar con “El Bode”, o la archiconocida “Marihuana”. Además de los clásicos de siempre no faltaron a su obligada cita canciones de su último disco, el titulado “La vamos a liar”, y que ya forman parte de la banda sonora de sus fieles: “Tripis”, “El gran engaño”, o “La vamos a liar”. Después de una hora y media de actuación y tras dos minutos de merecido descanso, los de Hortaleza ponían el punto y final con las omnipresentes “Si los curas comieran chinas del río”, “La del fútbol”, y su himno por excelencia “Y nos llaman los Porretas”.

Escuchando al grupo y siendo testigo ocular de lo bien que se lo estaba pasando el respetable con el buen hacer del cuarteto en el escenario, comentaba con una amiga la diferencia abismal que hay entre el cine y la música en directo.  Ella aseguraba que los conciertos, a diferencia del mundo del celuloide, son siempre diferentes. Y yo avalo esa afirmación porque ese es el verdadero “veneno” de la música.

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