Cuando uno es guapo (como lo es Sebastian Bach) y tiene un grupo de rock (como lo tiene Sebastian Bach), la vida le sonríe, la mayoría de las veces, con su dentadura postiza. Si además, cuando te subes a un escenario, te entregas como si fuera tu último concierto, entonces la vida cobra sentido porque tu felicidad y tu entusiasmo se lo contagias al resto del mundo. El concierto del ex vocalista de los carismáticos Skid Row será inolvidable porque su “colegueo” con el público, su saber estar encima del escenario y su saber rodearse de una banda de lujo, hicieron que así fuera.
Para calentar su actuación Sebastian Bach contó con un “telonero” de lujo, que le acompañará también en Barcelona: Ángeles, una banda de rock en castellano formada, como reza en la biografía de su myspace, “por músicos veteranos de la escena curtidos en bandas como Sex Museum, Star Velvet Revolution, o Gansos Rosas (tributo a Guns and Roses)”, y que “apuestan por las letras sinceras y las melodías pegadizas”. En algo más de media hora de actuación, en la que interpretaron temas tan sugerentes como “Dulces sueños”, “Ángeles”, “Mil promesas”, “Corazones Solitarios” o “Cuestión de fe”, con el que se despidieron demostraron, una vez más, sus ganas y su buen hacer encima del escenario. El rock cree en ellos y no tardará en ponerlos muy arriba, que es el sitio en el que se merecen estar.
La espera se hizo interminable. Mucho calor en una sala Caracol que registró una buena entrada. Una espera que sirvió, como otras muchas veces, para charlar de música con los conocidos y hacernos amigos de los que, hasta ese día, no lo eran. A las diez en punto de la noche sonaban los primeros acordes de “Slave to the grind”, primera de las canciones rescatada del repertorio de Skid Row e idónea para abrir el concierto de Sebastian ya que el respetable se contagió de la locura escénica del vocalista, siempre arropado por una banda de lujo – un jovencísimo Nick Sterling y Johnny Chromatic, guitarras, Jason Christopher, bajo, y Bobby Jarzombek, batería -, muy participativos, transmitiendo al público sus ganas de agradar, su simpatía y sobre todo su profesionalidad. La escasa hora y veinte minutos de actuación se rellenó, además de con un desparpajo escénico envidiable, con clásicos tanto de la etapa del cantante con Skid Row – “Here I am”, la salvaje “Big guns”, la preciosidad “18 and life”, “Monkey business“, la nostálgica “I remember you” o “Youth gone wild”, que echó el cerrojo a una inmaculada actuación –, como de su andadura en solitario – “Kicking & Screaming” o “American metalhead” -. Un concierto en el que el respetable participó siempre y siempre fue protagonista – algunos espontáneos se subieron a cantar al escenario junto al showman, que agradeció enormemente: “Gracias por veinticinco años de rocanrol” -; un público que comió de la mano de Bach desde la primera canción. Al final, el cantante presentó a la banda e interpretó a capella el éxito de los míticos Judas Priest, “Livin´after midnight”, que el público acompañó extasiado. Y se despidió con estas palabras: “Gracias mis amigos”.
Las estrellas del rock se muestran como tales en escenarios como el de la sala Caracol. Y Sebastian lo es: una estrella del rock que brilla con luz propia gracias a su profesionalidad, su cercanía y aguante, para hacer de sus actuaciones noches inolvidables que perduran en la memoria como perdura nuestro primer beso o el último engaño; noches inolvidables como la del pasado martes 19 de Junio. Gracias “Sebas”.
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