Mis ojos son para tus ojos,
no alcanzo otro fin.
Viven para mirarte,
para encontrase en tus paisajes,
para aliviarse en los márgenes de tu d i s t a n c i a
y ser en el infinito que nunca se te resiste.
Mis ojos son para tus ojos,
donde se ven los que nunca se han mirado,
donde los secretos no caducan
y se reflejan los detalles de las raíces apretadas
que se acomodan a otra tierra.
Para yacer en la parcela del tiempo
que tanto nos pertenece.
Aunque,
ahora,
solo vean la lluvia.
Porque,
sí,
también lloran de ti
y se purifican
con la yerta ortografía de las palabras mal escritas
en la necesidad de tus ausencias.
¡Cuánto amor cuesta mirarte!
En tus ojos encontré los continentes,
la ilusión de los principios,
el hábito de sentirnos inmortales,
la fragancia de los méritos.
Y las brújulas,
y el cálculo,
y las metáforas.
Y el vértigo,
y la luz bajo las lámparas,
(y los paréntesis).
En tus ojos encontré los remiendos,
el roto de las cosas aferradas a las fechas
en el disfraz de las realidades que son los sueños mismos.
Y ciego de velas,
entre el polvo que descansa en los estantes,
surco a tientas tus mares sin orillas
para aventurarme en lo que ayer desatendimos
y que hoy vuelve a encontrarnos... Al mirarte.
¡Qué seré yo sin tu mirada!
En tus ojos la poesía tiene sentido
porque en ellos todo existe.
La luz de tus pupilas
se filtra entre el plástico de las hojas
que apuran mis anhelos.
¡Cuántos mundos caben en tus ojos!
Ya puede descender la noche.
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