ESPERABA en el andén
a que el tren que se llevaba
nuestros sueños a Madrid
se pusiera al fin en marcha.
¡Qué triste queda Granada!
Puntual como la muerte,
madrugador como el alba,
a las mismas doce el tren
se despide de Granada.
¡Qué sola queda Granada!
Ecos de voces infectas
de nostálgica nostalgia
tantas bocas despidiéndose
a través de las ventanas.
¡Qué muda queda Granada!
Atrás quedaron senderos,
el rocío entre las ramas,
el almendro siempre en flor
y la luna sobre el agua.
¡Qué lejos queda Granada!
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